miércoles, 15 de mayo de 2013

Mi último año



Hace unos nueve meses me encontré con un chico en la calle de forma casual, pensaba entonces (y para nada lo era), y aunque la verdad no me suelen caer muy bien los niños adolescentes me dijo algo que hizo que no pudiera hacer otra cosa que pasar las próximas horas hablando con el:

- Hola
- ¡Hola! pero.. ¿hablas español? como es posible..
- Me compré un libro para aprender inglés, y cuando aprendí compré un diccionario de español, también hablo con muchos españoles..

Seguramente sus frases no eran exactamente como las recuerdo, porque estaba tan abrumado y sorprendido que he tardado casi un año en poder asimilarlo y escribirlo y claro, la memoria se va deteriorando.. va llenando huecos, pero la mayoría de las cosas las recuerdo como si estuviera allí ahora mismo..


A la izquierda, bueno, un poco más adelante, había un edificio que parecía por las señales algún tipo de centro educativo y justo al lado algo que conocía muy bien, el logotipo de Cisco, y al lado un museo, y justo después un edificio religioso que obviamente yo no hubiera reconocido por mi mismo pero que aprovechando el paseo el chico me iba explicando muy detalladamente los pormenores de cada sitio.

Lo volví a ver dos veces, pero pienso en el muy a menudo, me pregunto que habrá sido de el, si le irá bien y que alguien como el podría hacer estragos aquí con un libro de programación (que si aprendo basic con un libro, ¡y luego domino el mundo!), cuanto potencial.


--

Otro día iba en coche por una de las plazas que me había enseñado Abra, probablemente una de las plazas con más vida que haya visto, sobre todo porque de haber una plaza similar aquí no habría más que coches cruzándola y no una mezcla de personas-animales-vehículos de todo tipo caminando, circulando, cultivando, vendiendo o pastando, también probablemente una de las plazas con más contaminación que he visto y veré en mi vida.

El conductor nos explicaba

- De aquí salen los mejores atletas, gente muy preparada
- Pero.. ¿de aquí de donde? ¿donde entrenan?
- Como que "dónde".. entrenan aquí, es que ellos corren ¿sabes?




Entonces vi unas escaleras enormes, y detrás un monte más enorme aún.

- Claro

--

Ya unos días antes de volver estaba a punto de cenar y pedí lo de siempre.

"Lo de siempre" como si llevara allí toda la vida vamos. La verdad es que todos los días pedía el mismo plato a la comida o a la cena, aunque algún día vi niños que desayunaban cosas más fuertes así que tampoco me sentía tan raro.

La camarera me trajo una cazuela con el guiso y cuando lo abrí y metí el cubierto se rió y casi avergonzada me dijo

- ¿Te importaría si..?
- No, claro que no



Cogió un trozo de injhera con la mano, lo cortó, lo enrolló con una especie de doblez en el medio y con eso mojó el guiso.

- ¿Bien?
- Mucho mejor así


--

Y luego volví aquí y me encontré con una vida nueva.

Obviamente mucho ha cambiado este año, no solo he dejado de escribir entradas, sino que ahora tengo un negocio, un hijo y no he dejado de aprender cosas muy, pero que muy interesantes.

Una de ellas, que aprendí de Abra, es que no necesitamos el mejor material ni las mejores herramientas para aprender algo, necesitamos ganas y curiosidad, y el resto viene rodado, y esto lo intento aplicar ahora en mi negocio con mis alumnos intentando que ellos tengan curiosidad, que aprendan de su propia experiencia y que tengan ganas, sobre todo eso.

Otra es se puede sacar ventaja a base de voluntad y perseverancia, incluso en situaciones adversas, como los atletas que entrenan en las escaleras de la Piaza con tal contaminación o en el Entoto a más 2500 metros de altitud sin apenas aire para respirar para luego arrasar en las pistas convencionales.

Y de la anécdota del Bozena Shiro aprendí que todo el mundo necesita aprender y todo el mundo tiene algo que enseñar, hasta en las cosas más básicas como cuando crees que sabes cómo comer, pero no.

Bueno y también aprendí la receta, que no está nada mal :)

Desde luego no me parece mucho tiempo 9 meses para empezar a sacar conclusiones de mi viaje a Ethiopia, ojalá pudiera ir de nuevo, volver cada año o cada pocos meses, pero me parece que es inviable.

Por cierto en estos 9 meses Tamrat se habrá olvidado ya de que él también estaba por allí mientras su padre aprendía de la vida, así que iré apuntando estas cosas por aquí y por allá para que no se me olvide nunca darle la lata con las batallitas de cuando todo esto era campo, porque el tarde o temprano, también tendrá que aprender.

Pero de momento a vivir, ¡disfrútalo!